jueves, 4 de febrero de 2010

CUADERNO DE BITÁCORA DEL NATURALISTA.



Dehesa de Encinas donde pastan las ovejas con el Santuario de la Virgen de la Cabeza al fondo.



Cormorán grande vuela sobre el río Jándula.



En la parte superior huella de Lince ibérico, en la parte inferior huella de perro.



Parte del grupo durante el desayuno en la cumbre del puerto Madrona a 960m. de altitud.




Maese raposo reposa tras una agotadora noche de caza.

No sabría describirlo exactamente, pero cada vez que viajo a la sierra de Andujar me invade una sensación distinta a la que experimento al hacerlo a otros lugares, es un cosquilleo en la barriga,un presagio de que algo apasionante voy a vivir, sierra morena no es quizá tan exuberante como otras sierras españolas,no tiene grandes cumbres, no la cubren nieves perpetuas, pero tiene un algo, un aura de misterio, es quizá lo recóndito, sus valles tupidos de jaras, sus lomas graníticas y pizarrosas salpicadas de encinas, madroños, acebuches, esa vegetación diversa cuna de una fauna única, su aroma, su sonido, su silencio, es una sierra genuina y diferente que echiza al visitante.

En esta ocasión el motivo de la visita es la expedición Lobo ibérico que hemos organizado "Artemisa". El objetivo intentar detectar la presencia del predador,como lo definía Félix Rodríguez de la Fuente "el gran proscrito", ciertamente es uno de los animales mas perseguidos de nuestra fauna, competidor directo del hombre por sus recursos, animal mítico, odiado por muchos y amado por otros tantos, pero indiscutiblemente el rey de la fauna ibérica que todavía y sin saber por cuanto tiempo podemos contar con su presencia por estas sierra.

La tarde cae en la finca del Risquillo, todavía en la provincia de Jaén, hace fresco pero el débil sol todavía nos presta sus rayos para al menos hacer un poquito mas agradable el descenso por el barranco del arroyo de Valmayor, puede que no veamos al Lobo, o que lo escuchemos, ni siquiera veamos sus huellas, pero este es su sitio, su territorio de campeo, ¡está aquí! y lo sabemos, el alma en un puño, la mirada clavada en los farallones de piedra, en las vaguadas en los valles, casi sin pestañear, caminamos lentos,la sierra nos arropa, de forma casi estremecedora, ya comienza el vao a salir por nuestros labios, la noche va cayendo y ni rastro del can, decidimos cambiar la ubicación del campamento base, no sin antes sorprendernos por el maullido no muy lejano del Gato montés, subimos hasta la cumbre de Sierra Madrona en el límite de Jaén con Ciudad Real, ya es de noche, el canto lastimero del Cárabo nos cuenta que ya está, que los habitantes del bosque comienzan su andadura vital, el viento hace que nuestros efluvios viajen por el valle, tal vez por ello, los animales se alejen ante nuestra presencia, la noche avanza la niebla densa y la llovizna dibujan un entorno de misterio, de cuento de gnomos o de adas, pero queremos adentrarnos en el, caminamos entre el denso pinar, escuchamos,observamos hasta que el cansancio nos vence,decidimos descansar, pronto el alba nos concederá una nueva oportunidad.

Los Herrerillos y agateadores, canturrean ya en las húmedas copas de los pinos, amanece debemos reponer fuerzas, el dia hay que aprovecharlo al máximo,tras varias horas y un poco decepcionados decidimos desistir de la búsqueda del Lobo, el está hay, pero no se deja ver, pero lejos del desanimo, la sensación que tenemos es la de volver pronto convencidos de que al final conseguiremos compartir por unos instantes su casa, seguro que nos aceptara.

Ya de regreso hacemos parada en el Encinarejo, parece que la madre naturaleza va a ser generosa con nosotros, no permitiendo que nos vallamos de vació de sierra morena, el Águila imperial nos brinda un maravilloso espectáculo con su vuelo, Garzas reales, Cormoranes, Zorros, un sin fin de pajarillos de diferentes especies, deciden acompañarnos en el ocaso de esta jornada gratificante, no nos vamos tristes, nos vamos yo diría que purificados espiritualmente,y con la certeza de que seguro que muy muy pronto, volveremos.
dedicado a María, Miguel Angel, Jesus, Juán y al resto de jóvenes naturalistas que me acompañaraon en esta aventura.
Mariano Martínez Aguilar.

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